Jue. Mar 28th, 2024

Las jurisdicciones eclesiásticas, siguiendo la Doctrina Social de la Iglesia, continúan brindado apoyo en estos tiempos de crisis a causa del Covid-19. La Diócesis de Ocaña, por medio de la Pastoral Social, desde hace años viene desarrollando acciones en favor de la dignidad de las personas, siendo la solidaridad, caridad y formación, unos de los pilares más importantes en su accionar.

 

Esta diócesis está compuesta por 18 municipios, ocho de estos se encuentran en el Alto Catatumbo, lo que hace que se vean inmersos en dinámicas de violencia y que requieran un mayor compromiso de la Iglesia católica colombiana.

 

“Antes de la pandemia, realizamos una formación a jóvenes con la estrategia Artesanos de Paz en las instituciones educativas y algunas acciones de formación a las juntas de acción comunal desde varias líneas y aspectos en lo contable, comunicacional y jurídico”, asegura el padre Eduardo Lanciano Jiménez, delegado diocesano de la Pastoral Social de Ocaña.

 

La Pastoral Social también ha trabajado en el acompañamiento a la población rural y campesina, fortaleciendo este sector a través de la formación y granjas ecológicas. Como resultado de esta iniciativa a favor de las economías solidarias, se creó una cooperativa que hoy tiene alrededor de 4.000 asociados.

 

Una de las acciones que se ha fortalecido en medio de la crisis que se vive actualmente, es la atención a la población migrante proveniente de Venezuela que se encuentra en situación de vulnerabilidad, es por ello que, esta jurisdicción eclesiástica les ha brindado acompañamiento espiritual, social y jurídico, donaciones de alimentos, kits de aseo y apoyo en algunos emprendimientos productivos que les ayudan a fortalecer sus capacidades y conocimientos.

 

“Esas actividades se han intensificado un poco más, porque en medio de la pandemia y de la crisis que estamos viviendo, se requiere mucho más acompañamiento y atención. Antes salían a las calles informalmente, vendían alguna cosa, pero el efecto de la pandemia los ha llevado al aislamiento y prácticamente carecen de lo necesario y fundamental para vivir”, asegura el sacerdote.

 

También trabajan con una casa de misericordia, un espacio para la atención a la población desplazada y migrante en donde se les brinda hospedaje, alimentación y cuidados de salud e higiene. Cuentan con un espacio de almacenamiento de alimentos y de ropa para el acompañamiento a las comunidades que más lo necesiten.

 

El objetivo principal es transformar la realidad del otro, no solo con cuidados paliativos, sino acompañando al prójimo en su situación de vulnerabilidad, poder estar a su lado y ser la manifestación de Dios para el que sufre, ya que esta es la esencia de la iglesia, del servir y el Evangelio.

 

“Esto lo desarrollamos desde el llamado de Jesús que nos dice de manera permanente que cuando lo hacemos, lo estamos haciendo con él. De modo que, en el necesitado vemos reflejado el rostro de Jesucristo, el evangelio es vida y el evangelio nos compromete a fijar la mirada en curar las heridas”, afirma el padre Lanciano.

 

Para que todo esto sea posible, la diócesis ha contado con el apoyo internacional de Usaid, la OEA, ONU, Acnur, Cáritas Francia, Cáritas Alemania y Cáritas Italia, además de las parroquias y personas que con sus aportes y cocimientos han permitido llegar con una respuesta concreta a la población que más lo requiere.

 

Asimismo, se han realizado articulaciones con los Comités Parroquiales de Pastoral Social, equipos que lideran proyectos en la diócesis, Alcaldía, Secretaría de Educación, instituciones educativas, Defensoría del Pueblo, Cruz Roja, Personería Municipal y la cooperativa financiera Crediservir.

 

Según comenta el padre Eduardo Lanciano, la diócesis ha tratado de adaptarse al trabajo desde la distancia, lo que implica un esfuerzo mucho más grande, porque es conocer la realidad del otro desde un teléfono. Sin embargo, de esta forma hacen acompañamiento espiritual, enviando mensajes que les permitan fortalecer, animar y acompañar, ponerse al servicio de los demás y que, a pesar de todo, la gente sepa que no está sola.

                             

“Yo creo que toda esta experiencia nos ayuda a replantearnos a reformularnos a poner ante todo la confianza en el señor. Yo creo que ha sido una oportunidad para eso, pero también para descubrir la mano amiga de la solidaridad, el acompañamiento, el no sentirme solo. Sigamos trabajando y luchando por construir una red de solidaridad mucho más amplia, en donde el sufrimiento de uno termine tocándonos y comprometiéndonos a todos”, es el mensaje que deja el delegado diocesano de la Pastoral Social de Ocaña.

 

Fuente: Conferencia Episcopal de Colombia
 
 
 
 
Fuente: Conferencia Episcopal de Colombia