Vie. Abr 19th, 2024

Lo que hagamos o dejemos de hacer por nuestros hermanos, es como si lo hiciéramos o dejáramos de hacer a Él. Entre las obras de misericordia, se nos pide visitar a los enfermos y a los presos. Ambos tipos de personas tienen males en común: la soledad, las horas vacías, el sufrimiento, la desesperanza, el aburrimiento. ¿En que ocupan su tiempo los enfermos? En lo general en pensar y pensar en su enfermedad, sus males, sus dolores. Pero sobre todo en su soledad, ellos y sus largas e inacabables horas de enfermedad. No todos son iguales, claro, depende de qué enfermedad se trate y de quienes convivan con ellos. Pero los que yacen en cama pasan muchas horas con su yo, y a ratos con quienes los acompañan.

¿Y los presos? Ellos pueden pasar tiempos de soledad, encerrados o bien en compañía, salvo excepciones, de personas prisioneras que no son ni las mejores ni las deseables. Pero cuando reciben la visita de la familia, de los amigos, las cosas cambian, pero cambian por los ratos de visita, aunque les quede el grato recuerdo de esos momentos. Los presos, están como se ha dicho de mucha gente que no convive con otros, solos en la muchedumbre, si están en una prisión de gran población penitenciaria.

Es la sensación real o simplemente considerada de estar solos, el elemento común. Falta la calidez humana que haga pasar algo de tiempo valioso en convivencia.

Pero hay un fenómeno social que cada vez se agrava más, y es el de las personas que viven en soledad, una soledad involuntaria, no un aislamiento social buscado para disfrutarlo. La convivencia en las zonas urbanas, sobre todo, se ha vuelto cada vez menos cálida, más escasa, sin el calor del familiar o el amigo.

La vida urbana ha hecho que las familias se dediquen menos tiempo, entre padres e hijos adultos, entre hermanos y hasta entre amigos. Y la soledad de personas, sobre todo mayores, ancianas, crece, por la desatención de quienes deberían darles compañía y no lo hacen, por diversas razones, justificadas o injustificadas. La mayor esperanza de vida ha hecho que más ancianos vivan más años, solos.


Fuente: Catholic.net