Vie. Mar 29th, 2024

En la sección de evangelización los invitamos a reflexionar sobre el pensamiento: ¿Cómo nos ven los demás? Creemos que es una pregunta que en el fondo nos hacemos todos, y es muy válida, ya que queremos ser aceptados por quienes nos rodean, pero ¿hasta qué punto nos ayuda o nos esclaviza ese interrogante?, pero se ha preguntado ¿qué piensa Jesús sobre usted? 

Vivimos constantemente bajo la mirada de quienes nos rodean: padres, hermanos, amigos, seguidores, compañeros de trabajo o escuela, quien te gusta o tu pareja. Y cargamos con estas miradas sobre nosotros, como sombras con las que constantemente nos comparamos o sentimos que decepcionamos.

Tenemos esa sensación de que nos quedamos cortos o que no llenamos expectativas. Y si lo pensamos, son miradas que nos vienen desde la infancia con compañeritos que nos molestaban o profesores que nos humillaron. O hasta ahora, con los comentarios o discusiones que tenemos en casa o con nuestros amigos. Pero ¿por qué las seguimos cargando si no son nuestras?

Lo que otros piensan de mí vs lo que en realidad soy 

Si lo ponemos en perspectiva: lo que otros piensan o sienten es su percepción, no es nuestra responsabilidad hacer que Juan o Lupe nos vean como realmente somos.

¿Y cómo deberían vernos? Con amor. Las miradas que están llenas de miedos, resentimientos, culpas, impaciencia, son las que llamamos a veces «miradas cortas»: que no ven completamente. El amor es la mirada perfecta: no miente, no lastima, no echa pesos sobre nuestros hombros, sino que al contrario nos libera y nos ayuda a ser más nosotros mismos, aprendiendo a integrar todo lo que somos.

Pero yo me pregunto: ¿no es la mirada de los demás la que nos ayuda a entender lo que tenemos que cambiar? Sí, Cristo nos llama a dejarnos acompañar y guiar… pero no por cualquier guía, sino por la del amor. Sin embargo nos dejamos esclavizar por las opiniones subjetivas de los demás.

Nos hacen sentir pesados y temerosos de fallar, constantemente insatisfechos con nosotros mismos. ¿Lo has sentido?

¿Quieres seguir viviendo bajo la sombra de los demás o de Dios?

Entonces me vino a la mente este fragmento del Salmo 91: «El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso». ¡Bajo esa sombra sí vale la pena vivir! Bajo la mirada y la noción que tiene Dios mismo sobre nosotros, esa mirada nada corta, total y además (y por eso) llena de amor.

¿Queremos seguir viviendo bajo la mirada de los hombres…o de nuestro Creador amoroso? ¿Queremos la paz que viene de su sombra y amparo o el estrés e intimidación de las sombras que nos tapan la luz? Porque nuestro error aquí puede ser que estemos buscando más quien nos apruebe, quién nos quiera… Más que ser realmente nosotros mismos, ese que Dios sabe y entiende.

La vida nos viene de Dios, las segundas oportunidades, el aire, los dones… pero parece que cada día viviéramos en deuda con los demás. Así sean cercanos y «conocidos». Nos da miedo fallarles y Dios se nos pierde de vista, ¡su sombra, su mirada: nos ampara! Pero al buscar la de los otros… la desperdiciamos.

¡Jesús se hacía la misma pregunta!

¿Recuerdas el pasaje en que pregunta «¿Y quién dicen ustedes que soy yo?» Mateo 16, 13-19:

«Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?» Ellos dijeron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, que es Elías; y otros, que es Jeremías o alguno de los profetas». 

Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Simón Pedro respondió: «¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!». Entonces Jesús le dijo: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no podrán vencerla. A ti te daré las llaves del reino de los cielos».

De este pasaje podemos sacar dos conclusiones geniales. Jesús pregunta y la respuesta que le convence es la que no es revelada por criaturas, sino por «el Padre». Jesús les pide que no se dejen «fermentar» con las condiciones que les inspiran los fariseos, sino con las de Él.

Jesús ve a Pedro con otros ojos, no como esperaríamos: terco, dudoso, rudo, ¿cómo va a ser Él el elegido de Dios? Sin embargo, Dios lo mira como el pilar, su brazo derecho, nuestro primer guía.

¿Qué diría de nosotros Jesús? Bajo las miradas de los demás somos muchas cosas… pero Él nos mira maravillosos. Como dice el papa Francisco: «Cuando oramos, ¿nos dejamos empapar por la mirada amorosa del Padre?». ¿Qué diría hoy Jesús de ti?