Jue. Mar 28th, 2024

¿Te has fijado? El diablo tiene un arma secreta para inmovilizar a los que le quitan almas y colaboran a la salvación. Les tiende trampas sutiles y usa su estrategia más efectiva: “Desacreditar”.  De esta forma su palabra pierde valor ante las personas. Nadie los escuchará.

De alguna manera los desacredita ante el mundo. Y con esto los saca de combate. Los silencia, para que dejen de ser una molestia para él y sus planes turbios de acabar con nuestras almas.

¿Qué ocurre? Es muy sencillo. De pronto un sacerdote o un laico empieza a resaltar por su vida de santidad atrayendo muchas almas al rebaño de Dios. Esto es impensable para el demonio y hará cuanto esté en sus manos para evitarlo y dejarlos fuera de combate.

Como es astuto, cuando empieza a perder almas, sacará a relucir su arma preferida, aquella que ha perfeccionado a lo largo de los siglos: “desacreditar” a la persona que lleva adelante un hermoso apostolado”.  Se esforzará en hacerla caer en un gran pecado, por medio de sutilezas y trampas casi invisibles o sencillamente tratará de abonar una semilla que todos tenemos latente en nuestros corazones, el “orgullo”.

El orgullo es capaz de opacar tu fe y destruirte con facilidad.

Se cuenta de este fraile muy santo del que todos hablaban. El Papa al escuchar sobre su santidad quiso conocerlo y lo invitó a visitarlo. Le pidió sentarse a su lado para escucharlo mejor. El fraile al regresar al convento se llenó de orgullo, descuidó la oración. Se quejaba que no lo trataban con la dignidad que merecía por haber estado al lado del Papa. Al tiempo abandonó su orden religiosa y murió renegando su fe.

Lo he aprendido a lo largo de mi vida: “El orgullo es un mal consejero”.

¿Cómo blindarse? Cuando te esfuerzas en llevar una vida santa y “permaneces en el Amor del buen Jesús”, son inútiles sus esfuerzos. La confesión frecuente y la oración devota y los sacramentos son como un muro que te protege de sus ataques diarios.

Es muy sutil este individuo. Y debes estar alerta. El diablo es más que malo, es malísimo. “Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar.” (1 Pedro, 5, 8)

Conozco casos recientes, personas que escalaban la montaña de Dios y de pronto tropezaron, rodaron cuesta abajo. No lucharon por levantarse nuevamente y descuidaron sus apostolados. ¿Cómo logró esto el demonio? Muy simple: DESANIMÁNDOLOS. Cuando te desanimas dejas de caminar, te separas del grupo, abandonas la oración, te aíslas

¿Te ha ocurrido? A mí sí. Y reflexiono mucho en ello.

En momentos así, difíciles, debes rezar, pedir a Dios discernimiento para comprender lo que te ocurre, descubrir su voluntad y encontrar una salida rápida.

Pide el Espíritu Santo que renueve tu vida, te devuelva la alegría del apostolado, esa paz sobrenatural que lo llenaba todo y experimentabas a manos llenas, al llevar las vivencias con Dios a los demás.

No te dejes. Lucha. No le permitas que silencie tu voz y dejes de llevar un gesto, un abrazo fraternal, un plato de comida, una palabra de aliento a los que lo necesitan.

“Resistidle (al demonio) firmes en la fe…” (1 Pedro, 5, 9)

No temas. Resiste… Dios va contigo. Y espera mucho de ti.

Fuente: Aleteia